MONTSE TERRASA. PALMA Tapones de plástico salpican el suelo del gran almacén situado en una calle de Inca. Al fondo del local se amontonan bolsas de basura de tamaño gigante y muchas cajas de cartón. Algunas bolsas, al ser trajinadas de un sitio a otro, se han roto y dejan ver su contenido. Infinidad de tapones y tapas de plástico de colores, de diferentes tamaños y perfectamente reconocibles como parte del envase de cientos de productos que tenemos en casa. Este es uno de los quince locales que Arka Tapones Solidarios tiene cedidos de forma gratuita por Mallorca. En este amplio garaje, habrá unas cinco toneladas de tapones, más otras seis que los miembros de esta asociación ya han ido metiendo en un gran contenedor que espera en la calle para ser transportado a la empresa recicladora... Pero también hay toneladas de tapones para ser recogidos en bares, en empresas, en hoteles, en casas particulares... "Nos faltan manos, necesitamos gente en cada pueblo que se responsabilice de llevar los tapones hasta la recicladora", pide Catalina González, presidenta de Arka. Se recogen tapones y tapas de plástico porque tienen mayor calidad y pueden ser reciclados para nuevos usos. La respuesta a la campaña de recogida ha superado todas las previsiones de quienes buscan fondos para ayudar a niños, como es el caso de Jaime Estrany Balaguer, el primero de las islas en buscar este tipo de solidaridad.
Comparado con la foto del cartel, Jaime está más grande y más delgado. En pocos meses ha pegado un cambio, como suelen hacer los niños a su edad. Su vocabulario se ha ampliado y entiende muchas más cosas. En junio cumplió los tres añitos y podría decirse que es uno de los pequeños más conocidos, no solo en Mallorca, sino en Balears. La razón es ese cartel que se distribuyó hace meses por colegios, institutos, guarderías, empresas, gimnasios, hoteles y en el que se pedía la colaboración para reunir tapones de plástico. Cuantos más, más dinero se conseguiría para tratar a Jaime, que tiene parálisis cerebral.
Jaime, en brazos de su madre, Antonia, con su hermana, Paula, y su padre, Jaime
El inicio de todo
Jaime sonríe con facilidad, es un niño muy dulce y se muestra tímido cuando alguien desconocido le dice algo bonito. Pero sobre todo es un gran fan de Rafa Nadal. Entre las pocas cosas que ha aprendido a decir este año, "¡Vamos!" y "¡Buen saque!" van dirigidas al tenista, y cuando oye el nombre de su ídolo, mueve como puede su cuerpecito para saber qué pasa y por qué se menciona a Nadal. Por ello, sus padres y todos los que ahora mismo están detrás de la recogida de tapones de plástico intentarán por todos los medios que el deportista manacorí apadrine Arka, recientemente creada y mediante la que se sigue con la campaña de reciclaje, ya no solo de tapones, sino también de papel y cartón para conseguir fondos. Porque lo recaudado no será sólo para Jaime, sino para Rocío, para Paula, para todos los niños con parálisis cerebral de las islas que necesiten ayuda en su tratamiento, para poder desarrollarse, como está haciendo Jaime.
Toneladas de tapones de plástico se van acumulando semanalmente en los quince locales repartidos por la isla y los voluntarios para hacerlos llegar a la recicladora no dan abasto. Incluso han llegado camiones desde Eivissa cargados de cajas. En verano la cosa se ha calmado un poco, aunque siguen amontonándose los tapones en los distintos garajes.
Pero lo que verdaderamente teme Cati González es el inicio de curso y la vuelta al cole de miles de alumnos que habrán seguido reuniendo los tapones solidarios para entregarlos en su colegio. Y lo cuenta mientras muestra el contenedor aparcado en Inca, donde han ido depositando parte de lo acumulado. "Debe haber unas seis toneladas, y dentro del garaje, cuatro o cinco más". La tarde anterior, Cati y otros miembros de Arka, acompañados de sus hijos y parejas, habían llenado el gran contenedor, para que días después se lo lleve un camión hasta la empresa recicladora.
Arka surgió dentro de la Asociación de Madres y Padres del colegio San Vicente Paúl de Inca y en ella se han involucrado también los padres de Jaime y los de Rocío, otra niña con parálisis cerebral de Mallorca. La Amipa empezó recogiendo tapones de plástico para un niño de la península, Iker; después lo hizo para otra niña, Aitana, hasta que conocieron el caso de Jaime Estrany, de Palma. "Jaime está aquí y lo más normal era dar la ayuda a un niño nuestro", comenta Cati, quien no dudó en ir escuela por escuela para pedir más colaboración.
Para más niños
Los padres de Jaime, por su cuenta, ya habían comenzado la recogida de tapones y se habían puesto en contacto con una empresa de reciclaje de la península para enviar los tapones y con la Fundación Seur, que financia proyectos solidarios. A principios de mes, la Fundación entregó un cheque a los padres del pequeño Estrany para material ortopédico. Pero los gastos continúan y hay más niños en su situación en las islas, y la gente seguía entregando tapones a la causa. Así que se creó Arka, comenta su presidenta. Para simplificarlo todo, se buscó una empresa recicladora en Mallorca, y ya la tienen, Saica Natur, en el polígono de ses Veles, en Bunyola. Con ella han pactado un precio por tonelada de tapones de plástico, unos cien euros, que, si todo va bien, se podrán renegociar al alza. Además, en el acuerdo se incluye también el reciclaje de papel y cartón. Por ello, cuando comience el curso, Cati y el resto de miembros de Arka volverán a solicitar la colaboración a los directores de centros escolares para recoger el papel. "Como no pides dinero directamente, la gente responde de una forma increíble. Y además, es una forma de inculcar valores muy fuertes a los niños. Les mostramos que con un simple tapón aportan un beneficio al mundo, mediante el reciclaje, y además ayudan a otras personas".
Las escuelas han sido la principal fuente de tapones de plástico y la foto de Jaime despertaba la curiosidad de los otros niños. Y son los niños quienes le suelen reconocer por la calle. "Fuimos a una comunión a la iglesia de Sant Sebastià y nos quedamos afuera. De pronto, salió un niño y se quedó mirando a Jaime. Volvió adentro y al momento salió con un grupito de niños para ver a Jaime", cuenta emocionada Antonia, su madre. Otras madres la han parado para decirle "perdona, pero es que mi hijo ha reconocido al tuyo...". Y también ha habido quien directamente se ha puesto en contacto con ellos y les ha dado dinero para poder comprar el cochecito de paseo que necesitaba Jaime y que costaba varios miles de euros. Y es que todo lo que necesita un niño con parálisis cerebral tiene esos precios. Además, está el tratamiento hormonal que sigue el pequeño, y que su padre acude a Madrid periódicamente a comprar, las horas de fisioterapia, la terapia con animales, el logopeda al que acudirá próximamente. Por solidaridad, la familia cuenta con la colaboración de la Fundación Fay y de Globalia, por lo que han conseguido reducir algunos gastos.
Jaime es especial para quienes le conocen y le quieren, pero además es el ejemplo de lo que luchan muchas otras familias en la misma situación.
"Jaime ha sido nuestra luz", afirma Cati, quien se ha hecho cargo de coordinar la recogida de tapones. Pero al igual que le pasó a la familia Estrany Balaguer, la respuesta ciudadana le ha desbordado. "Necesitamos manos, gente que se haga responsable en cada pueblo para que lleve los tapones a la recicladora. Basta que digan que son para Arka". La recicladora ha aceptado este trato siempre y cuando los voluntarios entreguen unos 100 kilos de tapones, que, según el ojo de buen cubero que ha conseguido Cati, es un coche cargado hasta los topes.
Hasta ahora, han transportado las toneladas de tapones en sus vehículos particulares, llenos a rebosar, y en camiones que dos empresas les han prestado solidariamente y sin pedir nada a cambio: Trans Centro y Construinca.
A los padres de Jaime también les han faltado manos para poder recoger toda la ayuda. Jaime padre lo quiere recalcar, porque no siempre ha podido acudir a dónde les llamaban. La respuesta solidaria ha sido tal que a Antonia, la madre del pequeño Jaime, el móvil le ardía en la oreja. "En un día podía recibir más de 150 llamadas de gente que quería colaborar", y eso, junto con el tiempo que necesitaba para su hijo y el trabajo, le superó, no había tiempo material. "No nos lo esperábamos en la vida. Ha sido una revolución", valora Antonia, mientras tiene en sus brazos a Jaime.
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